Cada vez más nuestras vidas llevan un ritmos más desenfrenados. Las semanas son intensas y los fines de semana son tan cortos que intentamos comprimir al máximo todo lo que queremos hacer.
Ahora de repente nos hemos visto invadidos por una pandemia que nos ha obligado a parar y además a modificar nuestro día a día al 100%.
Las consecuencias de esta situación para la sociedad han sido devastadoras, pérdidas de trabajo, prestaciones que no llegan, subsidios inexistentes, comercios obligados a cerrar la persiana para siempre, familias que ya no saben a dónde recurrir y lo más importante la pérdida de familiares, amigos y conocidos que no han conseguido salir adelante y de los que ni siquiera nos hemos podido despedir.
Pero el ser humano a pesar de ser reticente al cambio, es un superviviente y esta situación ha hecho que buscáramos alternativas para poder seguir trabajando, estudiando, comprando y lo más importante socializando y compartiendo. Las redes sociales han sido claves para seguir en contacto con la familia y amigos, para poder hacer deporte, compartir consejos y experiencias, para informarnos y estar al día de la actualidad que nos afecta, aprender a cocinar y un montón de cosas más.
Los adultos han aprendido que las redes sociales son mucho más que cuatro fotos de «postureo», los abuelos se han adaptado a comunicarse con sus nietos por WhatsApp o videollamada y los jóvenes y no tan jóvenes han puesto de moda los cafés y/o encuentros virtuales.
Muchos trabajos han podido comprobar que el teletrabajo es una realidad y una muy buena opción y que si el tipo de trabajo a realizar lo permite, en ningún caso disminuye el ritmo productivo, al contrario de esta situación han salido ideas de lo más originales.
Siempre hay casos donde encontramos la picaresca y las ganas de sacar provecho de una situación como esta, como en el caso de quienes han hecho especulación con todo tipo de material sanitario, pero hay que quedarse con toda la labor altruista que nos está dando una lección de solidaridad día tras día: vecinos coordinados para ayudar a los abuelos o por necesidades que no pueden ir a comprar, maestros y no tanto maestros de la aguja que se han puesto a confeccionar mascarillas cuando el personal sanitario no tenía para poder realizar su trabajo en primera línea de batalla. Profesores que invierten más horas para poder ayudar a todos sus alumnos a integrarse y no despistarse en la educación a distancia, las donaciones en material o económicas para poder seguir haciendo frente a la pandemia, las empresas que se han reinventado para no despedir a sus trabajadores o el comportamiento ejemplar de nuestros hijos e hijas que han entendido a la perfección que quedarse en casa era la mejor estrategia de combate.
Lo que está claro es que el Covid-19 ha sido un punto y parte en nuestra vida y que ya ha cambiado nuestro presente y futuro. Seguramente la próxima vez volveré a escribir este artículo desde el tren y no desde casa pero con una mascarilla puesta y manteniendo una distancia de seguridad. Y me adaptaré para poder seguir manteniendo aquellas conversaciones tan interesantes con mis compañeros de viaje, que dan pie a todos estos artículos y que hacen más divertidos los trayectos.