El director de Fanoc y secretario general de la Confederación Europea de Familias Numerosas nos explica los retos de presente y futuro de las familias con más de tres hijos en Cataluña
ARTÍCULO DEL DIARIO LA REPÚBLICA REALIZADO POR PERE BOSCH I CUENCA
Preséntenos brevemente la asociación. ¿Qué objetivos persigue y qué servicios ofrece?
Básicamente, tenemos dos finalidades. La primera es defender los derechos de las familias numerosas para que no exista discriminación alguna por razón del número de hijos; y conseguir que tener hijos se valore como una aportación positiva al país en términos de bienestar social. La segunda parte sería conseguir servicios y ofertas adecuadas a las familias numerosas, por lo que también trabajamos con empresas privadas. Por otra parte, también tenemos una fuerte incidencia en el tema del ocio en familia. Cada mes organizamos dos o tres actividades gratuitas o a un precio muy asequible.
Antes se veía normal tener a muchos hijos. ¿Cuál es el perfil de las familias que están asociadas a Fanoc?
El 85% de las familias que tenemos son de tres hijos, que es la cifra básica por ser considerada familia numerosa. Un 10% son de cuatro hijos y después queda un 5% que son los de cinco o más, que sería la categoría especial. El otro día precisamente leía que en toda España de diez o más hijos sólo hay 140 familias. Ya se ve que ha cambiado mucho con el escenario de hace algunos años. Ahora, la inmensa mayoría de las familias son de tres hijos.
No sé si tiene la percepción de que todavía existen prejuicios ideológicos con el concepto de familia numerosa. Lo digo, por ejemplo, por la desaparición del concepto en la ley que se está debatiendo en el Congreso.
Afortunadamente, esta ley ha quedado en suspenso por la convocatoria de elecciones y, por tanto, si se quiere impulsar, debe empezarse de cero, como mínimo el trámite parlamentario. En cualquier caso, refleja un cierto estigma que existe sobre las familias numerosas. Parece incluso que hay quien teme al concepto de familia numerosa porque la acaba identificando con la época franquista o con posiciones integristas. Y eso no es sólo algo que ocurra en España. Hace poco leía dos informes realizados por el Ministerio del Interior alemán y en los que precisamente se hablaba de este sesgo, que allí se asocia más con la inmigración. Con esto debemos romper los tabúes. Nosotros hacemos una encuesta cada año para conocer cómo son nuestras familias y resulta que son un espejo muy preciso del conjunto de la población, tanto a nivel de posición socioeconómica como de pensamiento. La única diferencia es que existe una parte de miembros de la unidad que no ingresa y que requiere una dedicación y tiene una repercusión en la vida de las familias a nivel laboral, económico y social. Sin embargo, existe un doble estigma: por un lado, los que creen que las familias numerosas son gente de derechas, ricos y muy religiosos; y, por otro, quienes les asocian a gente pobre e inmigrante. Debemos romper estos estigmas y poner en valor la libertad de la gente de construir su proyecto familiar como desee. En realidad, las encuestas muestran una gran desproporción, aún mayor en Catalunya, entre los hijos deseados y los que acaban teniendo. Aquí es donde tenemos el problema. En otros países como Francia o el norte de Europa se ve como muy positivo tener una familia numerosa, entre otras razones porque son conscientes de que el incremento de la natalidad es básico para garantizar el relevo generacional. Aquí tenemos un trabajo muy importante que hacer. Es necesario realizar un cambio de cultura para ver el hecho de tener hijos como una iniciativa positiva.
¿Por qué cree que hay estos prejuicios cuando resulta que la natalidad desciende sin cesar?
Es algo que sorprende. Tengo la suerte de que hace años que soy secretario general de la Confederación Europea de Familias Numerosas, voy mucho a varios países de Europa y te encuentras que en la mayoría de los sitios no hay ningún miedo y se habla abiertamente de estos temas. Al fin y al cabo, es uno de los mayores retos que hay en este momento en Europa. Tanto es así que Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, cuando hizo su último gobierno puso a una vicepresidenta de demografía. En cambio, España es una rara avis, porque es un tema del que da miedo hablar, supongo porque venimos de los años del franquismo en el que se exaltó la familia. Por parte de la derecha hay un miedo a que no les digan que están continuando con políticas del franquismo; y por parte de la izquierda porque se parte de una determinada visión de la familia como espacio de dominación. Debemos superar totalmente esto. Al fin y al cabo, todo el mundo tiene la familia que quiere y es evidente que quienes están teniendo más hijos están haciendo una aportación importante a la sociedad y debemos tratarlos para que ésta sea considerada.
A pesar de estos estigmas, los estudios indican que con tres hijos o más el riesgo de vulnerabilidad se dispara.
Es un tema que nos preocupa muchísimo. Hay un índice que se utiliza en toda Europa para evaluar la pobreza que es la tasa Arope. Hasta hace tres años salía que las familias que tienen tres o más hijos incluso tienen más riesgo de exclusión social que las monoparentales. Curiosamente, ahora esto ha desaparecido y sólo salen los hogares con uno o más hijos y estamos intentando averiguar qué ha pasado. En cualquier caso, el 30% de los niños están en hogares de familias numerosas y es una realidad que hay que tener presente en las políticas de inclusión social.
Entre las reivindicaciones que se pueden leer en su web está la de no discriminación por razón del número de hijos. ¿Cómo se manifiesta esta discriminación?
De muchísimas formas. Por ejemplo. Cuando tienes un tercer hijo lo primero que debes hacer es cambiar el coche porque las sillitas no te caben. Debido a que el coche es mayor tiene más potencia y todos los impuestos están basados en la potencia. Cuando tienes que comprar una casa es exactamente igual. ¿Pero quién aprovecha mejor el espacio? ¿Siete personas que viven en cien metros cuadrados o bien una persona que vive en sesenta? Es más, la mayoría de familias numerosas viven en menos espacio de lo que recomienda Naciones Unidas para vivir en dignidad.
En general, ¿cómo valora las políticas familiares que se impulsan en nuestro país? Parece que vamos a trompicones, sin un pacto de país.
Absolutamente. El primer problema es una ausencia de políticas integradas. En la mayoría de los países de nuestro entorno como Francia, hay una estrategia que se mantiene desde hace muchos años que se va trabajando año tras año a través de un espacio llamado Consejo Nacional de Familia que se dedica a analizar qué funciona y qué cambiar. Da igual que gobiernen derechas o izquierdas, que esto se mantiene absolutamente. Entonces tienes la prestación universal por hijo a cargo, tienes un cheque de servicios y otras muchas cosas. Si tienes un tercer hijo existe una seguridad especial por los beneficios de la familia. Todo está enfocado para que haya mucha libertad a la hora de organizarte y para que no pierdas salarios ni oportunidades por tener hijos. Aquí es justo lo contrario. Todo son problemas. Y además vamos erráticamente, lo que es nefasto porque las políticas familiares precisamente tienen efectos a medio y largo plazo. ¿Hubo el cheque de Zapatero y cuándo duró? ¡Ni tres años! Además, se hacen políticas que no tienen ningún sentido. Veo ayuntamientos que dicen: «Ahora daremos mil euros por cada hijo que nazca.» Muy bien. ¿Y después qué? Hace unos días estuve en Polonia. Desde hace cuatro o cinco años llevan 120 euros por hijo al mes. Universales. Pero es que esto es lo que se está haciendo en toda Europa: es lo que se llama prestación universal por hijo a cargo y que los expertos dicen que es el instrumento más eficiente para luchar contra la pobreza infantil. Aquí lo reclaman todas las organizaciones de apoyo a la infancia, pero ni se oye hablar de ello en el debate político. Lo único que hay es una prestación para familias muy vulnerables. En conjunto, falta conciencia de que es un tema con el que nos estamos jugando el futuro y que requiere un pacto de estado. No puede pensarse en políticas familiares en términos electorales. Las políticas familiares no empiezan a surtir efecto hasta que han pasado dos cambios de gobierno y la gente ve que se mantienen. Requieren confianza.