La conciliación entre la vida familiar y laboral es complicada, pero padres y madres hacen manos y mangas para tener tiempos para estar con los hijos. ¿Cómo podemos hacer de estos espacios de convivencia un tiempo de calidad?
(Por Laura Pinyol, publicado en Ara Criatures el 30/11/2019)
“El niño tiene derecho al recreo, al juego y a participar en las actividades artísticas y culturales”. Este es uno de los Derechos de la Infancia recogidos a la Convención sobre los Derechos del Niño, que este pasado 20 de noviembre ha celebrado los treinta años de su proclamación. Son también derechos reconocidos el de opinión y el de expresión.
Y no es porque sea un derecho, pero es básico que un buen tiempo libre en familia sea planificado como un tiempo de calidad. Porque llegar a actividades de consenso es un estímulo porque el resultado sea exitoso. No os de pereza negociar con vuestros hijos, pues. Participar en la toma de decisiones sirve para que la opción escogida sea compartida, ayuda los pequeños a construir el espíritu crítico y reflexivo y motiva más que una actividad impuesta.
Ana Asensio, psicóloga familiar, recomienda “ni entrar en el pánico de «¿Ahora qué hacemos?»” ni tampoco “idealizar el tiempo libre”. Hay que aprovecharlo de manera natural para conocerse como familia. Por eso sugiere que, antes de hacer grandes planificaciones, sea útil “observar, tener paciencia, acompañar y disfrutar de la ahora y aquí, y respetar sus momentos”.
UN ESPACIO PARA EL APRENDIZAJE DE VALORES
El ocio en familia es una excelente oportunidad para generar un espacio de aprendizaje de valores y normas mientras os lo estáis pasando bien. El juego es la madre de todas las actividades del ocio educativo. El juego es un vehículo de crecimiento en las diferentes etapas del desarrollo de los niños y una correa de transmisión de patrones, rutinas y vínculos afectivos. El psicólogo y filósofo suizo Jean Piaget ya teorizó sobre el juego y la psicología infantil.
El juego es un vehículo de crecimiento en las diferentes etapas del desarrollo de los niños
Según sus observaciones, el juego de los niños transcurre por diferentes estadios no necesariamente excluyentes que acontecen un mecanismo para aprender a aprender. El primer juego es funcional (0-2 años) y consiste al repetir tantas veces como haga falta una misma acción… repetir un cuento, hacer sonar un sonajero, jugar con el mismo juego, repetir la misma construcción para hundirla… una y otra vez. El niño lleva a cabo las acciones con el propio cuerpo y aprende a dominar el espacio con sus movimientos: morder, lanzar, chupar, gritar, empujar, gatear, andar… Las primeras consecuciones básicas que le permitirán descubrir su mundo.
En esta etapa, o con niños en esta edad, el ocio familiar tiene que incluir ratos de juego compartido, casi como una rutina; porque las rutinas ayudan a asear su realidad. El juego será la mejor manera de empezar a comunicarse y transmitir valores como el respeto, la confianza o la frustración.
JUEGOS Y ACTIVIDADES PARA CONOCER EL MUNDO
El juego simbólico (2-6 años) simula situaciones, las copia, las imita y las retrata. Un espejo de todos los tics y manías de aquello que feudo. El niño empieza a imaginar situaciones, objetos o personas que no están y es el momento de cultivar la imaginación, la creatividad, el lenguaje e introducir nuevos conocimientos. Como que la mayoría de los niños ya van a la escuela, en esta edad el tiempo libre en familia es más escaso y, por lo tanto, más preciado. El juego simbólico preponderante hará que empiecen a transmitir sentimientos y emociones. Toca jugar y pasar tiempo compartido en situaciones que hagan posible aflorar todo esto, porque servirá para reforzar los vínculos. Es el momento de introducir algunos juegos de mesa, planificar salidas al entorno natural, caminatas por la ciudad con algún elemento histórico (las historias siempre son una excusa para tejer un hilo), visitar alguna exposición en un museo o ir a espectáculos teatrales.
El tercer tipo de juego es el de reglas (6-12 años), a pesar de que el establecimiento de normas ya se habrá dado antes con juegos tradicionales como picar y parar, para posar un ejemplo. En este punto, los niños ya ha aprendido a organizarse y pactar las normas en torno a un juego, es decir, a socializarse, a memorizar unas conductas y desarrollar unos patrones. Cómo se puede acompañar? La relación con los otros toma relevancia y es posible que haya que empezar a prever actividades con otros compañeros y familias. Además, durante esta edad, el ocio familiar suele vincularse a las actividades extraescolares que acostumbren a hacer. Puede ser una manera de hacer equipo: desde compartir las aficiones y organizar actividades a su entorno a competir a través de juegos de mesa. Hablamos de ir al cine o a ver musicales, participar en carreras o hacer deportes que sean compatibles para toda la familia, viajar o empezar a rivalizar con el clásico ajedrez, parchís, Monopoly o Scrabble.
Por último, hay que hablar del juego constructivo, que no es consecutivo y se da también en todas las anteriores etapas y va evolucionando. Es la vía para explotar la creatividad, la memoria visual, la relación del espacio, y mejorar la motricidad fina y la concentración. Un juego que estimula a través de las habilidades cognitivas y hace posible lograr retos que, a la vez, otorgan reconocimiento, atención y aprobación de la familia.
Cada etapa de desarrollo del niño tiene un tipo de juego idóneo
Asensio recuerda que a medida que los niños se van tirando grandes puede pasar que hacer planes en familia sea pedir “casi un favor” a los adolescentes. Adaptarse es clave y combinar las diferentes etapas de crecimiento también pasa para compaginar actividades que se adapten a todas las edades. “Excursiones aptas para todos, juegos de mesa, actividades al aire libre, compartir películas, al cine o en casa, y buscar la excusa para tumbarse en el sofá, compartir lecturas…” “Y todo -añade Asensio- con unas expectativas más puestas en aprender a disfrutar del tiempo libre de cada cual sin depositar expectativas que comporten frustración”.
Ahora bien, Xavier Gimeno, doctor en pedagogía, psicólogo y maestro, señala que todo esto solo es posible si “como adultos también hemos generado ámbitos para saber jugar”, es decir, se ha hecho del juego y del ocio un espacio propio de expresión y libertad. Hablamos de juego como actividades propias que permiten a cada individuo crecer, como poder cantar, hacer punto de cruz, maquetas de tren, hacer pasteles o leer. “Solo así el padre o la madre son un espejo para reproducir modelos”. Y todavía añade: “Si los padres no saben jugar o tener sus aficiones, nunca sabrán hacerlo ni compartir con sus hijos”.
Y CUANDO YA PAREZCA QUE ES IMPOSIBLE…
Evidentemente, en todas estas edades también se pueden ir introduciendo elementos de juego con plataformas tecnológicas, en las cuales hará falta siempre acompañar los niños y mesurar el tiempo de dedicación. En la etapa de la adolescencia, por ejemplo, el uso de las tecnologías digitales puede ocupar espacio del tiempo libre, siempre desde la supervisión y el criterio de uso.
“Si los padres no saben jugar o tener sus aficiones, nunca sabrán hacerlo ni compartir con sus hijos”
XAVIER GIMENO – MESTRE, PSICÓLOGO Y PEDAGOGO
Entre los 12 y los 18 años la prioridad de los adolescentes suelen ser los entornos de amistad… y la familia acostumbra a ocupar un segundo plano. Es ley de vida, pero hace falta no desanimarse. Es necesario encontrar espacios compartidos, eso sí, con una negociación constante. Los intereses comunes son buena parte del éxito. Podéis ir a conciertos, a acontecimientos deportivos, de excursión o de viaje…
Para Gimeno, aun así, es importante que “el tiempo compartido no sea frenético” y recomienda también “aprender a perder el tiempo juntos”, porque no hacer nada, cuando se está en familia “también es sano”. Para que estos espacios de convivencia sean buenos no hace falta que siempre sean “planificados” porque, entonces, puede pasar que lo que hagan las familias sea asociar “pasar tiempos juntos» a «consumir -actividades de ocio- juntos”.
Consejos para vivir buenos momentos de ocio familiar
- Interesaos por los gustos y las aficiones de vuestros hijos o hijas
- Negociáis varias actividades para llevar a cabo que sean todas plausibles
- Proponeos actividades que sean interesantes o gusten a todos los miembros de la familia
- De vez en cuando, procurad incorporar los amigos de vuestros hijos a hacer algunas actividades con vosotros u otras familias.
- Cambiad los roles y ayudad a compartir y conocer otras maneras de hacer
- Escuchad y aceptad las actividades que puedan proponerse
- Valoradlas positivamente una vez las hayáis llevado a cabo
- Intentad que entre hacer una actividad y hacer otra haya un hilo conductor
- Haced que el buen humor impere durante el tiempo que estéis haciendo lo qué os habéis propuesto
- Intentad mitigar las críticas sobre las propuestas de los hijos